Las letras del mundo se juntan en un oasis para crear más palabras que no significan nada; como éstas, que cabalgan hacia ningún sitio rodando como piedras tiradas desde una canasta que lleva escrito: "Me la come el devenir del necio"; al momento sueltas: "Mientras no sea necio conmigo mismo y con lo que de verdad me importa, todo andará bien"; y sabes que funciona. Todo el rato, montones de filósofos se apostan en las mejores esquinas para guiarte: los ves ajustándose la Corona de Polvo desde que ponen un pie en el suelo, gritando al mundo desde un cuerpo sin oídos. Te das cuenta que el problema no es cuestión de tiempo, sino del segundo azaroso y revelador. La felicidad existe a ratos para la masa, pero la mayoría gastan sus visitas al parque de atracciones pensando qué dirán luego, al salir; querrán demostrar que la diversión sigue fuera, sin notar que ya perdieron el grueso de la misma entre raíles, gritos, gravedad y viento en la cara; y que la siguen perdiendo tratando de explicar el porqué son felices ahora. Luego viene la incapacidad para dudar; la ceguera que imposibilita ver más allá de la competición; el lamento tardío mirando un techo que, al final, es igual para todos; el cemento solidificando sobre la cabecita que ya no cambiará, porque han sido demasiados años agarrándose a la misma boya. En fin... (sin punto y aparte): la gracia del momento está en saber valorar el 'smiley'; sí... éste de aquí ---> :D La siguiente lección la cobro ;) ¡Qué suene 'The Wizard'!
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